viernes, 30 de enero de 2009

Diez mil a Bruselas para la Autodeterminación

El pueblo catalán, retornado a la tradición participativa caida al ostracismo, coge las riendas. Y como no podía ser de otro modo, el derecho a la autodeterminación articula grupos diversos para remover un magma soterrado y controlado hasta hace poco.

Como son las cosas. Este titular, que evoca el eslogan utilizado por deumil.cat, hace unos años habría acogido todos los partidos de corte catalán -no sólo los llamados nacionalistas- y muchos ciudadanos y ciudadanas de nuestro país. Durante el tan evocado momento de la transición, incluso el Partit Socialista de Catalunya tenía como punto básico de los estatutos el derecho a la autodeterminación. Claro que llegábamos de un tiempo donde las ideas revoloteaban por las calles de Catalunya y puede ser del mundo entero, que arrastraba aun la resaca del mayo del sesenta y ocho.

Han pasado años desde entonces hasta ahora. Y los años, a pesar de la efemeridad del tiempo humano, han llevado arriba y abajo las antiguas ideas y las han concretado en opciones políticas diversas, como debía ser. De aquí a convertir el juego político en una "justa" para el poder, caer en la trampa de la diplomacia como el eje central de la política, ha habido un paso. Sólo un paso porque, ya a los inicios de los ochenta, una serie de hechos que transformaron los antiguos sueños en una áspera realidad ofrecieron como resultado un replegamiento de los partidos, un gobernar desde arriba. Un silencio.

Salvando las políticas cercanas, las municipales, que en algunos ayuntamientos se han abierto más o menos a la participación de la ciudadanía, la res pública ha sido cosa de unos cuantos, de los representantes que cada cuatro años hemos ido escogiendo. Estos representantes, erigidos en "los poderosos", han cerrado las orejas a todas aquellas iniciativas surgidas del pueblo que , por lo que sea, no les han convenido.

Hasta que la ciudadanía ha reaccionado. El pueblo catalán, vuelta a la tradición participativa, caida al ostracismo, empieza a coger de nuevo las riendas. En todas partes surgen organismos civiles alrededor de la temática varia que estructura el engranage de nuestra sociedad civil. El movimiento asociativo se prevé imparable. Y como no podía ser de otro modo, el derecho a la autodeterminación de los pueblos articula a su entorno no sólo un grupo sino muchos grupos diversos. Y es que el momento histórico que estamos viviendo ha conseguido remover un magma soterrado y controlado hasta hace poco tiempo.

Con el Estatut en el Tribunal Constitucional, con la situación de desequilibrio económico a que nos lleva la interpretación del estado de las autonomías, con las campañas de desprestigio popular a que se ha visto sometido nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra lengua, la opción soberanista, patrimonio hasta ahora solo de unas opciones políticas, estalla en todas partes, más allá de ningún partido. Desorganizada, aún, pero real, esta opción se va afirmando y clama por un estado independiente y solidario a la vez con todos los otros estados y pueblos. Algunos podrán decir que la opción no se refleja en las elecciones al Parlamento del estado. Es cierto, se vuelve difícil ser trasladada a la hora de las votaciones por aquello del voto útil y, sobre todo, por el miedo de estar gobernados por aquellos que aún lloran cuando piensan en el gran dictador.

Es, dentro de este contexto, donde cabe situar la llamada Deu mil a Brussel·les per l'autodeterminació. Al menos es en este sentido que la iniciativa ha ido a parar. En el contexto de las decisiones que agrupan las personas más allá de las confesiones políticas varias. Así lo expone el documento que avala la consigna en que se remarca la transversalidad de la iniciativa, es decir, Deu mil a Brussel·les quiere juntar personas procedentes de todos los campos de la política, del trabajo, de la cultura, de las artes, de la empresa, del asociacionismo, de los deportes.

Como decía al inicio, el derecho a la autodeterminación era reivindicado por todos los demócratas durante la transición. Este derecho vuelve a ser reivindicado de una forma extensiva y surgida de una necesidad que supera el idealismo y se mezcla con los intereses de nuestra propia economía.

Y es que luchar para ser un estado dentro de Europa lo tenemos que hacer toda la sociedad unida, sin sectarismos. Toda la sociedad que lo quiere, claro está, aún que sea necesario algún sacrificio de partido. Porque, no nos engañen más: un estado propio para nuestra nación se vuelve imprescindible si queremos seguir existiendo como pueblo. La Europa de las regiones es un sueño de una noche de verano. Una verdadera entelequia. Si nunca Europa llega a organizarse del todo políticamente, lo hará pasando por los estados existentes. Y si nuestro pueblo no dispone de un estado propio, se fundirá dentro de los grandes estados que se han ido cargando los pueblos europeos, los han perseguido, los han fragmentado y, casi, los han aniquilado.

ASSUMPCIÓ CANTALOZELLA. escritora
EL PUNT miércoles 28 de enero del 2009